La crisis económica llegó hace ya unos años para quedarse con nosotros durante mucho tiempo. Pero las crisis tienen sus culpables, aunque estos no lo reconozcan. Yo me atrevería a decir que de esta última, los principales culpables han sido las entidades financieras y los gobiernos que, curiosamente, son los menos afectados por los resultados de su fiasco.
Pero, como digo, nadie se siente culpable, hasta el punto de que «El Correo», en su edición digital del 21 de octubre de 2014, se ha tenido que inventar una palabra con motivo de la inflación galopante que sufre Venezuela. Concretamente, dice: «La crisis econónima en el país latinoamericano eleva los precios a niveles desorbitados».
Una lástima que se acabe de publicar el último diccionario de la RAE. «Econónima» tendrá que esperar a la próxima edición.
La Iglesia Católica ha entrado en crisis. Los primeros síntomas empiezan a verse claros. Lo mismo que ha sucedido con las entidades bancarias, que se están fusionando para afrontar los nuevos tiempos, la Iglesia ha comenzado a fusionar santos. Era de esperar: en tiempos de bonanza, el anterior pontífice se dedicó a nombrar santos a troche y moche. Y ahora resulta que no pueden mantenerlos a todos. La revista «Construcción», en su número de noviembre de 2011 nos da la primera pista, cuando titula: «La Asociación Maestros Pintores de Vizcaya celebra San Juan Lucas Evangelista».
Es que era un derroche tener cuatro santos evangelistas. En los tiempos que corren, con uno será suficiente: San Juan Lucas Mateo Marcos Evangelista. Ya sé que parece largo, pero siempre puede luego acortarse. Ahí está el caso del Banco Santander que ha vuelto a su nombre inicial después de ser Santander Central Hispanoamericano. O también pueden usarse siglas, como en el caso del BBVA, para ser San JLMME.
«El Mundo» del 23 de enero de 2001, en un reportaje acerca de un vertido de gasoil que amenaza las islas Galápagos, dice: «Por si faltara algo, el buque no estaba asegurado contra daños medioambientales, por lo que tendrá que ser el Estado ecuatoriano, que atraviesa una grave recesión económica, el que sufrague los gatos de la limpieza».
"El Mundo", 23-1-2001, página 32.
Entiendo que con la crisis económica, Ecuador no pueda contratar personas, pero me parece cruel utilizar animales para ello. Propongo que la comunidad internacional intervenga, dotando a Ecuador de medios modernos de limpieza para que no tenga que utilizar en estas labores a los pobres gatos.
Ayer veíamos la historia de un español que había huido de la crisis para tener que recorrer 789 kilómetros diarios (ver aquí). Pero no es la única historia de este tipo. En el mismo «ADN» del 28 de abril nos encontramos con la historia de Marcos de Barros que, según explica: «…aprovechó su conocimiento del alemán para rehuir de la crisis económica».
Es cierto que la crisis está convirtiendo a muchas personas en víctimas. Pero me parece exagerado decir que se trata de una presa de cazadores (¿los bancos?). Porque rehuir, como intransitivo, según explica la RAE, es «Dicho de una presa: Entre cazadores, volver a huir o correr por sus mismas huellas».
La crisis está afectando a todos. El problema es que a los ciudadanos de a pie nadie les sale al rescate, mientras que a los bancos los rescatan los gobiernos con el dinero de todos. También, por lo que he podido ver, las compañías de seguros tienen empresas que pueden «repararlas». El 6 de agosto de 2010 he podido comprobarlo, al encontrarme con esta furgoneta, a la altura de Abejar (Soria). El texto en el que explica cuáles son sus actividades es inequívoco: «EMPRESA REPARADORA DE COMPAÑÍAS DE SEGUROS»
¡Lo que es capaz de inventar el capitalismo para que la crisis no les afecte!
El Banco Popular nos ofrece la solución a la crisis. Cualquier parado puede conseguir unos importantes ingresos extra con sólo seguir las recomendaciones de esta entidad.
Efectivamente, el 12 de julio de 2010 he recogido en una sucursal un folleto publicitario cuya primera página da la pista fundamental. Dice así: “Sólo tiene un 0,005% de posibilidades de encontrar una bolsa llena de dinero en un contenedor”.
He hecho unas cuentas rápidas y deduzco lo siguiente (voy a ir paso a paso para no perderme):
De cada 100 contenedores, en 0,005 hay una bolsa llena de dinero.
De cada 1.000 contenedores, hay una bolsa en 0,05.
De cada 10.000 contenedores, hay una bolsa en 0,5.
Por lo tanto, de cada 20.000 contenedores, en uno hay una bolsa llena de dinero.
Ahora viene la segunda parte: cuántos contenedores puedo revisar al día. Es un cálculo muy personal, por lo que está sujeto a variaciones según quién lo aplique. Vamos a poner que revisar un contenedor me lleva 3 minutos y trasladarme de un contenedor a otro, 2 minutos más (tengo que elegir una zona poblada para no perder tiempo). De esta manera puedo revisar 12 contenedores por hora. En una jornada laboral de 8 horas (tampoco es cosa de meter horas extra), revisaría 96 contenedores. Trabajando unos 200 y pico días al año, podría revisar al año unos 20.000. Es decir, que cada año, debería encontrar una bolsa llena de dinero.
Pero ahora viene el truco. ¿O alguien se creía que la publicidad de un banco no iba a tener truco? Me he leído el folleto entero (incluso la letra pequeña) y en ningún sitio dice el tamaño de la bolsa ni la cantidad de dinero que contiene. Di que en un año de hurgar en la basura, espero que haya otras cosas de valor cuya posibilidad de aparecer en un contenedor sea mayor que la de la bolsa.
De todas formas, hay algo que me genera dudas acerca de esta publicidad. En la zona donde yo vivo suele haber una pobre gente revisando los contenedores. Alguno de ellos lleva varios años y suele coger cosas metálicas, pero ninguno tiene pinta de que haya encontrado la bolsa correspondiente. A ver si he hecho mal los cálculos…
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